El giro de un cuello, un balón besando una red, una explosión de júbilo en un banquillo nazarí, en Valdebebas y en la Riviera del Manzanares. Un gesto elegante, simple, sencillo, pero tan lleno de energía como el aleteo de una mariposa que sin saberlo provoca un terremoto en el lado contrario del mundo. Quizás cuando la esférica surcaba el cielo, Jorge Molina ni le pasaba por su mente lo que su cabezazo produciría para LaLiga. La victoria que le entrega con su gol al Granada incendia todavía más un torneo que ya estaba ardiendo.