Daniel Garimaldi y Kristel, una dupla que mantiene a Chile en lo más alto de la natación mundial. (Foto: Gentileza www.talentosports.com.ar)
Kristel Arianne Kobrich Schimpl, chilena de nacimiento y cordobesa por adopción, nada una y otra vez en la pileta del estadio Mario Alberto Kempes. Rigurosamente su entrenador de siempre, Daniel Garimaldi, le cronometra sus tiempos. Son buenos. Excelentes para una nadadora que a los 35 años, lo hace con incontables medallas colgadas de su cuello en las competencias más prestigiosas del mundo. Pero eso no le pesa para nada.
Con los Juegos Olímpicos a la vista, la nadadora disfruta de las medallas obtenidas en el Sudamericano de Deportes Acuáticos disputado Buenos Aires, la de oro en los 1.500 y de plata en los 800 metros libres. La nadadora clasificó hace dos años a Tokio 2020, luego de quedarse con el segundo lugar en el TYR Pro Series disputado en Estados Unidos. Serán sus quintos Juegos Olímpicos.
Garimaldi es su entrenador y gran responsable de sus logros. Pero Kristel es de esas deportistas que viaja en los vagones de la primera clase del deporte mundial desde hace años. Una consecuencia de tomar decisiones con madurez y determinación desde temprano.
“Mi carrera tuvo dos etapas. Una marcada por el haber querido siempre buscar algo más. Lo que hice hasta los 18, que fue terminar el colegio en Santiago (de Chile), que era muy importante para mí tener eso concluido. Paralelamente tenía que buscar otros rumbos. Por suerte antes que llegara ese 2003, que fue cuando me vine a instalar acá (Córdoba), ya conocía mis rivales de Argentina, a Daniel (Garimaldi), a otras rivales que estaban haciendo otro ‘día a día’ diferente al mío; y ellas me ganaban. En eso soy muy observadora. Crecí mucho observando y tuve que buscar respuestas sola porque el nivel en Chile es inferior al de Argentina. Para 2003 era una decisión”, cuenta.
-Ahí empieza tu segunda etapa.
-Sí. Obvio que fue superdifícil para mi familia, agarrar mis cosas e irme. Además no le dije a Daniel “integrame hasta acá”. Para mí siempre hubo una cosa muy natural entre Daniel y yo. Ni hablar de la familia por cómo me recibió, de cómo nos hemos abierto los brazos mutuamente, porque me instalé y me quedé. Eso también es algo distinto. Obviamente que la comunicación con Daniel fue una de las cosas claves para poder seguir estando juntos, trabajando, buscando objetivos, con él escuchándome y yo escuchándolo, y escuchándome a mí misma. Más allá de las ganas de estar en el agua, porque a veces hay cansancio, oscuridad, pero la relación que hemos tenido con Daniel ha sido basada en la honestidad. Es lo que más rescato: la seriedad de ambas partes y el respeto que nos tenemos.
-Tomar esas decisiones fueron una muestra de madurez.
-Seguramente. Son decisiones que tomé, nadie me obligó. Sé las consecuencias que tienen esas decisiones, los pro y las contras, lo tengo claro, pero son mis decisiones para algo que me gusta a mí. Y me da satisfacción representar al país de la mejor manera.
-Y con resultados que llegan.
-Sí, eso también va de la mano. Obviamente que también es todo un aprendizaje para la familia, aprenden de los que les doy, también es nuevo para ellos. A veces no lo entienden, no comparten, sé que apoyan de la mejor manera, pero así son las reglas. Siempre lo planteo de la mejor manera y sé que es lo mejor para mí. Estoy muy consciente de lo que he perdido, pero también estoy consciente de lo que he ganado. Y obviamente aunque suene contradictorio soy muy familiera, soy tranquila, trato de aprovechar lo más que puedo el tiempo con ellos.
-Después de tantos años, ¿qué te motiva y te mantiene ambiciosa?
-Esa búsqueda de no tener límites, de no tener techo. Eso me lo enseñó Daniel. Creer en lo que me está diciendo, que se puede seguir evolucionando. Soy consciente de que tengo 32 años y que no ha sido en vano. Que he sido finalista mundial. Será mucho, o poco, pero “es”, y es una motivación muy grande. Ahora que se hizo realidad incorporar los 1.500 en los Juegos Olímpicos me entusiasma mucho más. Es una de mis pruebas, con esa he sido finalista mundial. Pero siempre he sido muy tranquila, muy paso a paso, muy torneo a torneo.
-Daniel Garimaldi es un entrenador muy exigente, en un deporte muy exigente, ¿cómo se sobrelleva esa carga de compromiso y dedicación?
-Es muy exigente, pero yo también soy muy exigente. Quizá por eso nos llevamos mejor de lo que se puede esperar. También ayuda la relación en la casa, que separamos bien las cosas. Para mí su familia ha sido un pilar fundamental, las dos familias han apoyado. A “El Daniel” yo le he tenido paciencia pero él también me ha tenido paciencia. Es comunicación. Tiene una percepción increíble y se da cuenta si un nadador tiene ganas o no, si hay sacrificio, y lo hablamos. Y después de cada torneo soy muy autocrítica de los errores que he tenido. Y nos decimos las cosas cuando nos equivocamos. Nunca nos echamos las culpas, es un equipo.
-Con tu trayectoria, ¿tenés un rol de liderazgo en el equipo del Club Municipalidad?
-Daniel y yo somos un equipo de mucho tiempo, pero hemos trabajado en equipo en Quality, en Chile y ahora en el Municipalidad. No sé si la palabra es líder. Supongo que me miran, pero somos todos iguales. Sé el lugar que puedo llegar a tener hoy, pero no soy de tener las medallas colgando. Sí trato de ayudar y conversar con el equipo, de contarles mi experiencia, pero trato de ser natural, somos todos iguales.
-¿Qué te aportó el equipo a vos?
-No es lo mismo entrenar sola que entrenar con gente al lado, eso ayuda un montón, sobre todo a la cabeza. El equipo motiva y no se dan cuenta pero me enseñan mucho. Se olvidan de la edad que tengo y las cosas que he hecho, y nos mantienen a tierra a todos, con el mismo objetivo de ganar un nacional, de motivarnos, y de apoyarnos siempre. Nos fue bastante bien porque fuimos campeones nacionales. Este es un equipo, todos tenemos responsabilidades, y hay que jugársela para buscar lo que buscamos como equipo. Puede sumar uno más que otro, pero la posta B también suma y puede desnivelar. No hay que tener un solo líder, puede ser que ayude en el día a día, pero este es un equipo.
-Tu mamá es argentina pero, ¿cuánto tenés de cordobesa?
-Son 18 años viviendo acá, es mucho. En eso estoy eternamente agradecida, me he sentido muy cómoda, siempre he tenido muy buena gente alrededor, y mientras pueda sumar para Córdoba, bienvenido sea. Me gusta que es una ciudad no tan grande, me encantan las sierras, y que el cielo no está contaminado.
Ahí va Kristel. Vuela en los entrenamientos como si fuera una final de Mundial. Pone todo, aún con todas las medallas que ha logrado en su carrera. Es que respeta la enseñanza de su entrenador de no ponerse límites. Es Kobrich, una nadadora que, desde hace años, viaja en el vagón de primera clase del deporte mundial.